La teología, con la claridad que proyecta la Revelación, se endinsa en su investigación racional en un auténtico misterio de fe. En él se afirma que existe un solo Dios, causa soberana del universo, cuyo impulso es el amor. La creación establece la relación precisa entre Dios, el ser humano y el mundo; y se ilumina el sentido del mal y la providencia, el trabajo y el cuidado del planeta. Confesar esta verdad cristiana es aceptar que el universo material no es la última palabra. El origen de todo, lo eterno y definitivo, es únicamente Dios.
La creación se ha convertido en una cuestión nucleal, un espacio privilegiado de diálogo entre ciencia, razón y fe. La creciente sensibilidad por las cuestiones ecológicas ha renovado el interés por esta parte de la teología cristiana.