Desde sus inicios, la Iglesia ha buscado la unidad valorando siempre la diversidad. En este esfuerzo por sentir y vivir con un solo corazón, la comunidad de los seguidores de Jesús está llamada a hacer un camino de diálogo, escucha y discernimiento en común, en el que todos participen. En este contexto emerge la categoría de la sinodalidad para fundamentar, modelar y reforzar la vida dentro de la Iglesia, y para ser un signo de participación libre y corresponsable de los individuos en la sociedad. Para cumplir el objetivo de «caminar juntos», la sinodalidad urge a los cristianos a iniciar un proceso de revisión de su forma de estar y actuar en las comunidades concretas, lo cual supone una verdadera conversión del propio estilo de vida.