El yo es fuente inevitable de sufrimiento porque, en su afán de autoafirmarse identificándose con la mente, nos aleja de la realidad de la vida. Debemos ejercitarnos en la tarea de silenciar la mente y aprender a vivir en el no- pensamiento. Podemos vivir una sana autoestima cuando nos habituamos a conectar con ese Silencio que es Presencia y aprendemos a permanecer descaradamente en El.