Gusanos que roen, fuego que no se apaga, oscuridad total, llanto y
rechinar de dientes. Con estas terribles palabras, Dios nos advierte de
que el infierno es real... y de que, ,como real, también es un destino
posibe.
Desde los primeros tiempos de la iglesia, santos y otros videntes católicos
han relatado horribles escenas de castigo eterno. Docenas de santos a lo
largo de la historia han descrito los terrores del Infierno y relatado el horror
de ser separados de dios por la eternidad. Son dones que Dios concede a
aquellos capaces de soportarlos para que el resto podamos corregirnos y
arrepentirnos.
En Santos que vieron el Infierno, las visiones y testimonios de san Juan
Bosco, santa Teresa de Ávila, los pastorcitos de Fátima, Ana Catalina
Emmerick, santa Faustina Kowalska, santa Hildegarda de Blingen, santa
Catalina de Siena o san Beda se dan cita con las advertencias de Jesucristo,
los profetas y los apóstoles sobre este terrible destino.
Las escenas de estas páginas, que varían en detalles y fuentes, dan
testimonio de una verdad desgarradora: el Infierno es la garantía final de que
lo que hacemos en la Tierra importa realmente. En ocasiones, un vistazo a
las penas y tormentos de las almas condenadas en el Infierno es lo que
necesitamos para continuar, ya con esfuerzos renovados, nuestro camino
para amar más a Cristo y alcanzar, con Su ayuda, la gloriosa felicidad del
Cielo.