La figura de San Rafael Arnáiz tiene el encanto de una vida sencilla, sincomplicaciones, con la fragancia de una total transparencia y una presencia omnímoda de Dios. Su camino es realmente siempre recto, lineal. Toda su vida es un caminar hacia la luz, una melodía en la que las mismas notas resuenan al principio y al final, aunque el tono se va haciendo cada vez más intenso.