El sacerdote, como cualquier persona, siempre está en construcción, nunca
plenamente acabado, ni desde el punto de vista humano, ni desde el espiritual
o el vocacional. A veces se ven más sus debilidades, pero estas no tienen
por qué suponer una incapacidad para vivir el ministerio.
Gérard Daucourt es consciente de esta realidad, que conoce por propia
experiencia. Primero como sacerdote, compartiendo el ministerio con sus
hermanos sacerdotes, y después como padre y pastor en diversas diócesis
francesas.
Al final de su episcopado ha escrito esta sugerente obra, en la que invita a
repensar el propio seguimiento de Jesús. Un texto que es incompleto, al que
cada lector deberá aportar sus datos y experiencias, así como las certezas
que nacen del intercambio con sus hermanos de presbiterio. Una obra, en fin,
que anima a obispos y laicos a cuidar de sus sacerdotes.