La Modernidad afirma la autonomía del mundo. Pero amigos y enemigos siguen operando con el prejuicio mitológico de un intervencionismo divino: si Dios quisiera, no habría mal y el mundo sería perfecto. Fracaso para los creyentes, pues resulta increíble un dios que pudiendo no quiere o que queriendo no puede. Fracaso para el ateísmo moderno que se apoya en el mal, pues atribuyéndolo a Dios niega la autonomía del mundo. El fracaso kantiano afecta sólo a la teodicea pre-crítica en un mundo secular. El propósito del presente libro es "repensar el mal" tomando con toda consecuencia la secularidad. Partiendo del mundo, como si Dios no existiese, obliga a empezar desde abajo, respetando la autonomía de su funcionamiento. Entonces el problema -por primera vez en su historia- se estructura en tres pasos distintos. La ponerología muestra que la finitud, constitutivamente carencial y contradictoria, hace inevitable la aparición del mal. La pisteodicea, desde este resultado, señala que toda visión del mal es una respuesta, una "fe" que debe justificarse: sea náusea sartriana o esperanza religiosa. La teodicea es entonces la "pisteodicea" cristiana, que ahora puede romper el dilema, lograr la coherencia y presentar a Dios como el Anti-mal.