Este Cuaderno Frontera-Hegian quiere romper una lanza, incluso en
su elaboración retórica, a favor de un compartir claro, cercano, profundo y
mayéutico, que despliegue las tablillas del corazón (cf. Prov 3,3). No pretende
ser un tratado doctrinal, ni hacer un recorrido sistemático por la teología
de la esperanza. Más bien, se plantea como un epistolario ficticio entre
dos conceptos personificados, el de esperanza y el de realismo. Y es que
imaginar que estas dos nociones intercambian cartas entre sí, es también
un modo válido de abordar el arduo tema que tratan estas páginas.
El texto propone pues un modo diferente de presentar la relación entre
lo que se intuye y lo que se ve (Rm 8,24-25); entre lo que se descubre
mirando despacio y las primeras impresiones; entre lo que se anhela
y lo que se tiene; entre lo que nunca parece estar a nuestra disposición
y aquello que siempre está al alcance de la mano.
Asistiremos al intercambio epistolar entre la esperanza (Spes) y el
realismo (Res). Son dos términos consolidados que se alimentan mutuamente.
Citando a Ortega y Gasset, tienen tras de sí «un pasado que
impone viejas turbas de pensamientos». La correspondencia entre ellos
pretende convertirse en una especie de reflejo especular de la triple tensión
que las personas consagradas experimentan a diario. En primer
lugar, la que procede de un pasado glorificado consciente o inconscientemente,
que actúa como punto de referencia inevitable y al mismo
tiempo como elemento deformante. Después, la tensión causada por el
presente descorazonador que desde hace décadas experimenta la vida
consagrada en nuestro entorno cotidiano. Finalmente, la que se despierta
cuando la mirada sobre el porvenir aumenta sin cesar el nivel de
incertidumbre: unos miran al futuro con escepticismo y otros prefieren
no mencionarlo, pensando que así lo sufrirán en menor medida.