Estamos ante un documento muy hermoso que comienza formulando
cuatro sueños: una Amazonía que luche por los derechos de los más
pobres, que preserve esa riqueza cultural que la destaca, que custodie
celosamente su abrumadora hermosura natural, con unas
comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la
Amazonía.
Con esta exhortación el Papa quiere expresar las resonancias que ha
provocado en él el camino de diálogo y discernimiento durante el
Sínodo. No desarrolla todas las cuestiones expuestas en el Documento
conclusivo; más bien, aporta un breve marco de reflexión que encarne
en la realidad amazónica una síntesis de algunas de las grandes
preocupaciones que ya ha puesto de manifiesto en documentos
anteriores.
Querida Amazonía, expresa el gran amor del Papa por esta región.
Expresa sus sueños, sus deseos por el cuidado y la protección de la
Casa común y los pueblos originarios: «Dirijo esta Exhortación a todo el
mundo. Por un lado, lo hago para ayudar a despertar el afecto y la
preocupación por esta tierra que es también nuestra e invitarles a
admirarla y a reconocerla como un misterio sagrado; por otro lado,
porque la atención de la Iglesia a las problemáticas de este lugar nos
obliga a retomar brevemente algunas cuestiones que no deberíamos
olvidar y que pueden inspirar a otras regiones de la tierra frente a sus
propios desafíos» (n.5).