Elisa Estévez analiza en esta obra la vida y la obra de Priscila, también llamada Prisca, a quien considera un inmejorable ejemplo de vocación laica desde el compromiso de lo cotidiano. Esta estrecha colaboradora de san Pablo, tanto en el anuncio del Evangelio como en la animación de los nuevos grupos cristianos en ciudades como Roma, Corinto y Éfeso, vivió su fe y su compromiso misionero y comunitario junto con Aquila, probablemente su marido, sin dejar de lado su trabajo. En su casa, que fue lugar de encuentro para las comunidades cristianas locales, dio hospitalidad al Apóstol y a otros misioneros cristianos, y alguno de ellos, como Apolo, recibió sus enseñanzas.