La presencia española en el territorio de lo que ahora son los Estados Unidos de Norteamérica se mantuvo trescientos años. El binomio presidio-misiones fue la piedra angular de su conquista, cristianización y defensa, tanto de la amenaza interior representada por los indios, como de la exterior a cargo de otras potencias. Al principio, los presidios se establecieron cercanos a las misiones, para poder auxiliar en caso de necesidad, pese a que los frailes nunca aceptaron la interferencia militar en sus establecimientos. Esta política de misiones y presidios fue un éxito en la consolidación de los territorios próximos a la Ciudad de México pero, al extenderse al norte y entrar en contacto con poblaciones indias menos civilizadas y más agresivas, este avance se ralentizó hasta detenerse totalmente al norte del río Grande por la presencia de los apaches. La Corona española trató de integrar a las poblaciones indígenas en la hispanidad como sus súbditos, lo que requirió de la promulgación de un gran número de leyes, reglamentos y ordenanzas que generaron un gran volumen de correspondencia burocrática. En la reali