Ninguno puede prever lo que el Señor está haciendo nacer mediante los dolores de nuestra historia. Sin embargo, sí sabemos lo que se pide ser hoy a las personas consagradas, como sugiere el título del libro. Es decir, vidas que se entregan sirviendo a los demás, existencias fraternas enraizadas en el amor de Cristo, elegido como único Señor, y capaces de una fe resplandeciente como lámpara que brilla en una sociedad olvidadiza de los valores esenciales.