Este libro es un peculiar tratado de psicología. Se ocupa de las fuentes del mal. Es un ensayo de espeleología íntima, de descenso al núcleo ígneo del volcán humano. La conciencia moral ha trabajado durante muchos siglos sobre sí misma, perforando galerías en la roca amorfa de nuestra intimidad. Los héroes griegos de la Ilíada tal vez no tuvieran capacidad de reflexi n. Nuestros sentidos, nuestros deseos, están vertidos al exterior. Son centrífugos. Volverse hacia uno mismo exigía una torsi n cataclísmica. Y solo la implacable exigencia moral tuvo potencia suficiente para impulsarla. Tenía raz n Sartre al decir que los moralistas han sido los maestros de la introspecci n. Se qued corto. Fueron sus inventores. Pero esa b squeda dividi el mundo en dos mitades. Lo bueno era irreal, estaba fuera, en el reino de los fines. Lo malo, en cambio, está ya en nuestra naturaleza terrible e indecisa. La gran creación consiste en saltar de la realidad a la ficción. En inventar nuestra esencia a partir de nuestras limitaciones.