La actual crisis financiera no sólo manifiesta la insensibilidad de los mercados, sino que acentúa la inconsistencia de la política, la debilidad de lo social y la degradación de lo humano. Acertadamente Benedicto XVI exclama que la cuestión social se ha convertido hoy en una cuestión antropológica y que, más que nunca, "el anhelo del cristiano es que toda la familia humana pueda invocar a Dios como Padre nuestro".