«El objetivo de este congreso es, en primer lugar,
considerar y valorizar la dimensión antropológica de toda
vocación. Esto nos remite a una verdad elemental y
fundamental que hoy necesitamos redescubrir en toda su
belleza: la vida del ser humano es vocación. No lo
olvidemos: la dimensión antropológica, que subyace a
toda llamada dentro de la comunidad, tiene que ver con
una característica esencial del ser humano en cuanto tal:
es decir, que el ser humano mismo, la persona humana,
es vocación. [
] El hombre y la mujer han sido creados
por Dios y son imagen del Creador; es decir, llevan en sí
mismos un deseo de eternidad y felicidad que Dios
mismo ha sembrado en su corazón y que están llamados
a realizar mediante una vocación específica. Por eso
habita en nosotros una sana tensión interior que nunca
debemos sofocar: estamos llamados a la felicidad, a la
plenitud de la vida, a algo grande a lo que Dios nos ha
destinado» (Francisco, Discurso a los participantes).