Desde su aparición en la década de los setenta, Para la vida del mundo
ha interpelado y formado a lectores de todo tipo.
En primer lugar, porque ha sido capaz de exponer la fe cristiana y de
responder a las expectativas del hombre contemporáneo. En segundo lugar,
porque lo hace desde una perspectiva litúrgica, donde la celebración de lo
creído se convierte en el punto de partida de su comprensión y de su concreción
en la existencia cotidiana.
Finalmente, porque responde a los anhelos del tiempo presente al proponer
una oferta misionera que no sólo promueve la libertad del creyente,
sino que llena de alegría a quienes participan en la comunidad de los seguidores
de Jesús.