Dios desborda con su amor nuestro corazón, a pesar incluso de los pecados que hemos cometido. El espera y ama, nos acompaña discretamente y nos invita a comprometernos con la bondad cotidiana, la verdad fecunda y la belleza luminosa. El sacramento de la confesión se convierte así en el ámbito donde cada uno puede experimentar el perdón y la paz que proceden de Cristo, anticipo y signo de la reconciliación a la que el mundo entero está llamado.