El Vaticano II nos ofrece pistas para avanzar en "la conversión misionera para la reforma de la Iglesia". Todo lo que hay de bueno y ya conseguido no puede dispensarnos de dar una respuesta creativa a los interrogantes inscritos en el imperativo paulino: ¿qué queremos los cristianos para los próximos años? ¿Tenemos el coraje suficiente para ocuparnos de las grandes cuestiones de hoy? ¿No son nuestra predicación y nuestro anuncio de la fe demasiado. tradicionales? ¿Por dónde quiere soplar hoy en nuestra Iglesia ese Espíritu que todo lo renueva y que parece venir desde el sur?