Roderick Strange ofrece un retrato de la vida interior de
Newman, uniendo su propia vida de estudio con materiales
más actuales que han salido a la luz recientemente. Strange
considera la intimidad de Newman con Dios y su comprensión
de Cristo, que lo llevó a complacerse en el don de la
Eucaristía. Esa vida interior inspiró más adelante su ministerio
pastoral al servicio de los demás.
Esa comprensión de la espiritualidad y del legado de Newman,
sugiere el autor, podría ofrecernos una apología para
nuestros tiempos, una en la que nos demos cuenta de la conexión
entre lo sagrado y lo secular; una en la que nuestra
fe pueda sostenernos en las inevitables dificultades de la
vida; una en la que podamos cultivar una percepción peculiar
de la fe que nos ayude a reconocer los dones del Espíritu
que nosotros como cristianos esto es, como personas
que estamos a la expectativa de Cristo hemos recibido.
La canonización de Newman, o su elevación a la santidad,
es el reconocimiento, por parte de la Iglesia, de que ofrece
un modelo de santidad para todos nosotros. Suya es esta
célebre frase sobre sí mismo: No tengo nada de santo. La
Iglesia, sin embargo, ha decidido lo contrario. Este libro desvela
las diferentes capas de su espiritualidad a fin de explorar
de forma respetuosa el corazón de su santidad.