Nacida en el año 331 en el seno de una familia de
clase media en Tagaste, un modesto poblado de la
actual Argelia, Mónica debería haber caído en el
olvido. Sin embargo, no fue así, a causa de la fama
que llegó a alcanzar su tercer hijo, Agustín, quien
tras una juventud disipada y el abandono del
catolicismo inculcado por su madre, volvió a la fe y
pidió el bautismo en el 387. Aunque al leer Las
Confesiones, Mónica no siempre pare-ce ejemplar, lo
cierto es que las oraciones, sacrificios y lágri-mas
que derramó por su hijo no fueron en vano, y fue
elevada a la santidad.
Con un estilo ameno y elegante, Anne Bernet traza la
biografía de una madre apasionada y una mujer
intrépida de los prime-ros siglos de la Iglesia.