El belén no es solo una representación artística o cultural; es un tesoro
espiritual. Observarlo no es solo mirar, sino aprender a ver en profundidad.
Se compara con desentrañar los secretos de una antigua obra, revelando su
verdadera esencia. Invita a comprender la Buena Nueva, como desvelar los
matices de una obra de arte. Destaca la riqueza emotiva del belén,
transformando lo común en algo sorprendente y emotivo, utilizando diversos
materiales para transmitir su mensaje.