¿Cómo podemos responder a la sed, más que evidente, de espiritualidad
que tienen muchas personas hoy sin renunciar a lo irrenunciable?
Lo que tenemos que tener claro los cristianos es cómo queremos presentar
ante el mundo eso que nos resulta irrenunciable de la espiritualidad
cristiana. Hay que entender que es necesario comenzar por el principio y
eso supone, por encima de morales y doctrinas, dar a conocer el contenido
de la fe cristiana que es Jesucristo. Tal vez, en lugar de llorar por lo que ya
difícilmente podrá volver a ser, que es algo que nos gusta mucho, tengamos
que decidirnos a olvidar lo que siempre hemos dicho y hecho, olvidarnos
de esa autorreferencialidad, y mostrarle al mundo un rostro diferente, una
realidad distinta del cristianismo que, paradojas de la vida y del propio cristianismo,
se tendrá que basar en lo irrenunciable que hay en él.