Introducción:
La oración de la mañana y de la tarde
La relectura cristiana de los salmos (Giorgio Zevini
1. Los salmos en la historia de la salvación
2. Los salmos en la historia del pueblo judío
3. El dinamismo del salterio hacia Cristo
4. La oración de Cristo: relectura cristológica de los salmos
5. La oración de la Iglesia: relectura eclesiológica de los salmos
6. ¡Señor, enséñanos a orar en el hoy!
7. El mejor método para rezar los salmos
8. Conclusión
Primeras vísperas del domingo
Salmo 140,1-9: El alzar de mis manos como ofrenda de la tarde
Salmo 141: Señor, tú eres mi refugio
Filipenses 2,6-11: Cristo, siervo de Dios, humillado y exaltado
Laudes del domingo
Salmo 62,2-9: El deseo de Dios
Daniel 3,57-88.56: Que toda criatura alabe al Señor
Salmo 149: Exulten los fieles en la gloria
Segundas vísperas del domingo
Salmo 109,1-5.7: El Mesías es nuestro rey y sacerdote
Salmo 113A: Cuando Israel salió de Egipto
Apocalipsis 19,1-2.5-7: ¡Aleluya! Han llegado las bodas del Cordero
1 Pedro 2,21-25a: Cargó con nuestros pecados
Laudes del lunes
Salmo 5,2-10.12-13: Invocamos el auxilio del Señor por la mañana
1 Crónicas 29,10-13: Honor y gloria a Dios en la Iglesia y en Cristo Jesús
Salmo 28: El Señor proclama su Palabra
Vísperas del lunes
Salmo 10: Nuestro auxilio está en el nombre del Señor
Salmo 14: ¿Quién es digno de habitar en la casa del Señor?
Efesios 1,3-10: Dios nos ha elegido santos e inmaculados en el amor
Laudes del martes
Salmo 23: Abríos, puertas, al rey de la gloria en el monte del Señor
Tobías 13,2-10: Dios castiga y tiene misericordia... y no os ocultará su rostro
Salmo 32: Himno a la providencia de Dios
Vísperas del martes
Salmo 19: Oración por la victoria del Rey-Mesías antes de la batalla
Salmo 20,2-8.14: Acción de gracias por la victoria obtenida por el Rey-Mesías
Apocalipsis 4,11; 5,9.10.12: Himno de los salvados, redimidos en la sangre del Cordero
Laudes del miércoles
Salmo 35: Maldad del pecado y bondad del Señor
Judit 16,1-2a.13-15: El Señor, creador del mundo y protector de su pueblo
Salmo 46: El Señor, rey del universo y de los pueblos
Vísperas del miércoles
Salmo 26: Confianza en Dios en los peligros a través de la oración humilde y pobre del orante perseguido
Colosenses 1,3.12-20: Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los muertos
Laudes del jueves
Salmo 56: Oración de la mañana por la liberación de los enemigos
Jeremías 31,10-14: Dios libera y reúne a su pueblo en la alegría
Salmo 47: Acción de gracias por la salvación del pueblo
Vísperas del jueves
Salmo 29: Acción de gracias por la liberación de la muerte
Salmo 31: Acción de gracias por haber recibido el perdón de los pecados
Apocalipsis 11,17-18; 12,10b-12a: El juicio de Dios
Laudes del viernes
Salmo 50: Ten piedad de mí, Señor, en tu misericordia
Isaías 45,15-46: Que todos los pueblos se conviertan al Señor
Salmo 99: La alegría de los que entran en el templo
Vísperas del viernes
Salmo 40: Oración de un enfermo abandonado por sus amigos
Salmo 45: Dios, refugio y fuerza de su pueblo
Apocalipsis 15,3-4: Himno de adoración y de alabanza al Señor.
Laudes del sábado
Sal 118,145-152 XIX (qof): Promesa de observar la Ley de Dios
Éxodo 15,1-4a.8-13.17-18: Himno de victoria por el paso del mar Rojo
Salmo 116: Invitación a alabar a Dios por su amor.
Jesús fue educado, en la tradición del pueblo de Israel, para orar con los salmos y convirtió el salterio en «su libro de oración» (D. Bonhoeffer). La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Maestro y Señor, hizo suyas aquellas estupendas oraciones líricas inspira-das y exhortó a los creyentes a aplicar los salmos no sólo a las grandes festividades, sino también a las circunstancias de la vida de cada día. Así fue como nació la liturgia de las horas. Este libro introduce al lector a rezar cristianamente los salmos de laudes y vísperas. Basado en el antiguo método de la lectio divina, parte del sentido literal o histórico del texto original hebreo, se adentra luego en la relectura cristiana sugerida por el sentido espiritual, se dirige después a las iluminadoras palabras de los Padres y de la liturgia de la Iglesia y, final-mente, ayuda a bajar la Palabra a los acontecimientos cotidianos de nuestros días. Ayer como hoy, «es Cristo el que habla en los salmos [...], el que ora y aquel al que oramos [...], el que habla de nosotros por medio de nosotros y en nosotros, así como nosotros hablamos de él» (san Agustín). En la medida en que entramos en el misterio de Cristo y de la Iglesia, la palabra de los salmos se convierte en palabra nuestra: de invocación y de alabanza, de súplica y de acción de gracias.