Desde la espiritualidad de san Ignacio, pero con la sensibilidad necesaria para dirigirse a un público amplio -creyente y no creyente-, el autor nos lleva desde la búsqueda de sentido, la estimación y la aceptación de las propias limitaciones, hacia la valoración positiva del silencio (y de los silencios) para "poner orden al mercado interior de tantas voces".