En este libro escrito con un estilo sencillo, directo y divulgativo -y no
especialmente dirigido a cristianos-, Stefano Fontana se enfrenta a cierta
corriente impuesta que, desde el Renacimiento hasta hoy mismo, tilda el
pensamiento medieval de oscuro, bárbaro y carene de vitalidad cultural e
intelectual. Muy al contrario, Fontana demuestra que la época que levantó la
gloria de nuestras catedrales fue, al mismo tiempo, la era en la que se logró
una síntesis abierta y perfecta entre fuentes filosóficas asombrosamente
dispares; una gesta del pensamiento y de la creatividad humana sin
parangón que sentó las bases de la Civilización y por ende, de la occidental.
Recorriendo el pensamiento de los principales autores y escuelas de la
época -incluyendo la filosofía árabe y el averroísmo-, el autor nos descubre
que la fe católica nunca exigió a la filosofía transformarse en religión, sino
que la empujó a ser filosofía hasta el fondo. Hasta los confines del misterio.
Pero, ¿qué es la filosofía cristiana? San Agustín, Boecio, Isidoro de Sevilla,
Alcuino de York, Al-Frarabi, Avicena, Averroes, Anselmo de Canterbury,
Pedro Abelardo o Buenaventura de Bargnoregio son algunos de los
pensadores cuyas ideas Fontana expone con claridad, concisión y precisión
para responder a esta pregunta. La obra ilustra además el proceso, casi
alquímico, mediante el que se logró la simbiosis entre la filosofía que vino de
Atenas y la religión que nos llegó de Jerusalén: La Patrística, la labor de los
Concilios, la definición de canon, y la superación constructiva de la antiguas
religiones civiles o mistérica. Todo ello lleva a Fontana a proclamar la Edad
Media como un momento álgido de la historia humana tras el cual ya nada
podrá volver ser como era hasta entonces.