La Pascua de Jesús es la culminación de
su vida y por eso, al consumarla, revela su
sentido. Jesús no muere de muerte natural,
sino ajusticiado por el representante de
Roma, acusado por los líderes religiosos
judíos. Su muerte es una injusticia y un
aparente fracaso. La manera en que
vive Jesús su pasión da la medida de su
humanidad: muere llevándonos en su
corazón, echándose en los brazos de su
Padre cuando siente que lo ha abandonado y
pidiéndole perdón por sus asesinos.
Se ofrece a los lectores una contemplación
creyente y pausada de este misterio al hilo
de los relatos evangélicos.