Una ojeada atenta a la estructura del poemario basta para descubrir que la mirada poética a la realidad cotidiana es imprescindible para entender no solo los misterios de Dios, sino los del hombre. La luz de tu noticia esclarece los entresijos del alma humana, sus pulsiones y fracasos, sus anhelos falli¡dos y esperanzas cumplidas. Nos enseña a ver hasta qué punto somos contemporáneos de Abrahán, de Job, del anciano Simeón, de Saulo de Tarso, de Teresa de Calcuta... Y nos permite entender, sobre todo, que la paradoja del hombre es, en cierta medida, reflejo de la paradoja del Dios encarnado, por la sencilla razón de que el Hijo de Dios, según Gaudium et spes, «con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (22,2). Péguy lo ha dicho de forma admirable: «Lo sobrenatural es a la vez carnal». Todo tiene relación con el origen ù«en el principio era el Verbo» (Jn 1,1)ù y con su consumación cuando Jesús diga de sí mismo: «Yo soy la estrella radiante de la mañana» (Ap 22,16).