«La reflexión eclesiológica del Concilio Vaticano II y los
notables cambios sociales y culturales de los últimos
decenios han inducido, a diversas Iglesias particulares, a
reorganizar la forma de encomendar la cura pastoral de
las comunidades parroquiales. Esto ha permitido iniciar
experiencias nuevas, valorando la dimensión de la
comunión y realizando, bajo la guía de los pastores, una
síntesis armónica de carismas y vocaciones al servicio del
anuncio del Evangelio, que corresponda mejor a las
actuales exigencias de la evangelización [...] Las
situaciones descritas por esta Instrucción representan una
preciosa ocasión para la conversión pastoral en sentido
misionero. Es, ciertamente, una invitación a las
comunidades parroquiales a salir de sí mismas, ofreciendo
instrumentos para una reforma, incluso estructural,
orientada a un estilo de comunión y de colaboración, de
encuentro y de cercanía, de misericordia y de solicitud por
el anuncio del Evangelio».