Para Marx, como para Fichte y Hegel, la praxis es profundamente ambivalente, ya que, por un lado, es la actividad incondicionada del hombre (el hombre como ser activo que existe en la medida en que actúa) y por otro, es aquello por lo que el hombre se convierte en un extraño para sí mismo, alienándose y convirtiéndose en algo distinto de lo que debería ser. En la praxis, por lo tanto, el hombre puede llegar a coincidir consigo mismo o alienarse respecto a sus propias potencialidades ontológicas, es totalmente responsable de su propio destino (homo faber fortunae suae). Incluso en este caso, la alienación (Entfremdung) es un producto histórico del hombre y, por lo tanto, puede ser superada libremente a través de la acción.