Ahora que la poesía es el desván de un metaverso, Joaquín Sabina sigue estando ahí, despierto, contra todo pronóstico, como un dinosaurio superviviente, sí, maldita sea, y su voz cascada de ducados y paterninas. Y, ahora que corta orejas y le aplauden en los Goya, se permite hacer cameos en nuestra telenovela, entre poemas y canciones, como un Groucho Marx de cabaré en la España de pandereta. Disfrazado con las máscaras de toda una carrera de música y personajes en los escenarios, se desbroza a Sabina en este libro, sin dejarle colgado en calle Melancolía. Así que vengan, pequeños y grandes, y no olvidarán jamás el fabuloso homenaje a este maestro del vals: figuraciones del humor en su vida y obra, manifestaciones chirigoteras en los Carnavales de Cádiz, parodias de rap, imágenes de Peter Pan, de Dorian Gray y del Conde Drácula, deconstrucciones del huevo de Colón y hasta un paseo de la mano con Bob Dylan, todo aliñado de lírica y de narrativa. Ocupen su localidad y presten todos atención: estos capítulos son siete versos tristes para una canción.