El verdadero hombre, la auténtica mujer, se encuentran ocultos en el
interior (1 Pe 3, 4).
Siguiendo esta lógica misteriosa, no resulta extraño que desde tiempos
antiguos se haya considerado el corazón como el genuino núcleo del ser
humano.
En consecuencia, adentrarse en el propio corazón, entender sus ritmos
y recorrer sus etapas constituye un camino seguro que está invitado
a recorrer todo aquel individuo que en verdad aspira a conocerse y trascenderse
plenamente.