La cultura contemporánea occidental, aunque depende en
sus fundamentos de raíces profundamente cristianas, se
ha visto sustancialmente influida por una reinterpretación
de los mismos a la luz de lo que ha sido denominado
pensamiento moderno. Este puede ser caracterizado
como un proceso histórico-cultural en el que se ha ido
desarrollando un progresivo antropocentrismo asentado
en la reivindicación de las capacidades de la razón
humana, así como en los avances de las ciencias naturales
y las conquistas de la tecnociencia.
Aunque algunos de estos elementos ya se advierten en
el pensamiento renacentista, es con Descartes con
quien apropiadamente se puede afirmar que surge la
Filosofía moderna, que tendrá su epígono final en el
panlogismo hegeliano.
El estudio de esta etapa de la filosofía nos puede permitir
comprender mejor las claves de nuestra sociedad del siglo
XXI, deudora convencida de las ideas que promocionaron
los pensadores que llamamos modernos, y que anhela
en la actualidad ofrecer una centralidad definitiva a un ser
humano en permanente aspiración a la autotrascendencia.