Eran de nuestra misma sangre. Comían junto a nosotros, al amanecer, el cuerpo sagrado del Señor y bebían su sangre. Recitaban el mismo credo y las mismas oraciones que nosotros. Sufrieron las mismas dificultades y tentaciones: el acoso del mundo, la astucia del mal y la codicia de la carne. Pero al ser llamados por su nombre, no amaron tanto la vida que temieran la muerte. Regaron nuestra carne, nuestra casa, con su sangre, mientras su corazón perdonaba y amaba a quienes les mataron. Ahora viven con nosotros, en nuestra comunidad. Este es el libro en que está basada la película: UN DIOS PROHIBIDO