Esposos y santos. ¿Honrosas excepciones? ¿Casos
extraordinarios? Quizá pensemos mejor en la conjunción
adversativa: Esposos, pero santos, o bien: Santos, aunque esposos.
Pero no fue esto lo que Cristo anunció en Caná, cuando hizo que
sobreabundara el mejor vino. A la santidad está llamado todo el que
es de Cristo, y el matrimonio es camino seguro. Santos porque
esposos. La grandeza de esta vocación resplandece en la familia de
Nazaret y en todas aquellas familias que abrieron su hogar a
Jesucristo. Brilla, de modo singular, en la de Betania, que, a través
del trato asiduo, se convirtió en una casa para el Amigo. Y
resplandece también, a lo largo de los siglos, en tantos matrimonios
cristianos que vivieron la santidad, la perfección de la caridad, en
sus labores cotidianas, en su vida oculta. De entre la multitud
innumerable de santos esposos, ofrecemos en estas páginas una
pequeñísima muestra.