María Magdalena fue otra persona después de encontrarse con Jesús
resucitado. Lo mismo les sucedió a cuantos lo vieron fuera del sepulcro
donde fue sepultado en la tarde del viernes Santo: sus vidas cambiaron
radicalmente. Hubo en ellos un antes y un después. Pasaron, estupefactos,
de experimentar un profundo dolor por la pérdida irreparable de la persona
que más querían, a la evidencia de que estaba vivo. Su tristeza deprimente
dio paso a una alegría indescriptible. En las siguientes páginas podemos
revivir esos encuentros. Nuestras vidas también se transforman cuando nos
encontramos con Jesús resucitado. Un encuentro perfectamente posible
porque Jesucristo venció a la muerte y está vivo, y quiere entrar en diálogo
con cada uno. Vale la pena buscar el rostro del Resucitado cada día. Estas
reflexiones invitan a tener esta experiencia. Meditar acerca de estas
apariciones, permite descubrir qué cosas quiere decirnos Dios mediante su
Palabra viva y actual. No se busca hacer una historia de la Resurrección,
sino facilitar al lector que rece siguiendo un orden lógico sobre los hechos
ciertos que narran las Escrituras y sobre algunas suposiciones verosímiles
de algunos silencios evangélicos que nos interesan particularmente.