Las emociones cumplen una función básica en la adaptación de los individuos a su entorno
y forman parte de la naturaleza humana. Sin embargo, en la espiritualidad cristiana clásica
no ha sido infrecuente que fueran ignoradas o tratadas con sospecha, especialmente las
emociones consideradas negativas.
Este libro nos desvela las claves del distanciamiento entre la espiritualidad y la psicología
emocional, así como propuestas concretas para volver a unirlas sobre la base de las
enseñanza de los evangelios.
El lector podrá comprobar que en el evangelio se tratan con frecuencia y naturalidad todo
tipo de emociones: ira, miedo, tristeza, alegría, sorpresa... y se estudian las implicaciones
concretas que deberían tener en nuestra forma de rezar y de vivir nuestra vocación cristiana.
También se repasan los datos centrales que la psicología emocional ofrece y que toda
vivencia espiritual debería tener en cuenta, como los distintos temperamentos o el modo
correcto de integrar las emociones.