La vida espiritual es un arte que se aprende gracias a buenos maestros. Sin embargo, a la hora de la verdad se trata de una experiencia individual e intransferible.
Al no existir en la vida espiritual recetas milagrosas ni nada de extraordinario, es preciso recordar una y otra vez los fundamentos y los medios que a lo largo de la historia han servido a tantos creyentes y, de manera especial, a quienes han sido llamados a seguir la senda de la soledad, el silencio y la escucha. En este sentido, la regla de san Romualdo cobra una luminosa actualidad.
Al final, ninguna imagen representa mejor el encuentro con el Señor como la del niño que reposa confiado en los brazos de su madre, donde se hace en verdad presente el cielo en la tierra.