Andrea, desde la ventana de su cocina, en una casa de una
tranquila urbanización en las afueras de Barcelona, donde
nunca pasa nada, se dedica a elucubrar sobre la vida de sus
vecinos, sobre todo la del ejemplar matrimonio formado
por María y Carlos.
Hace ya dos años que vive allí, desde que tuvo que dejar
el apartamento de la calle Santa Anna, de Barcelona, al
morir su querida vecina y confidente Clara por una sobredosis
de heroína, algo en lo que Andrea nunca ha creído.
Desde entonces es adicta a los tranquilizantes, que mezcla
con café y whisky. Sabe que debería dejarlo, ya que su mayor
deseo es tener un bebé, aunque no consigue quedar
embarazada. Tampoco ayuda el hecho de que Nico, su
marido, hace ya dos meses que ni la toca.
La aburrida rutina de Andrea se ve alterada con la llegada
inesperada desde San Francisco de Víctor, su cuñado, un
personaje enigmático que, por lo visto, según descubre
Andrea, ha asesinado a un importante empresario estadounidense.
Una madrugada, Andrea ve que María se va de su casa en
compañía de su cuñado Víctor. Él vuelve, pero ella no.
¿De qué se conocen Víctor y María? ¿Dónde está María?
Andrea decide investigar. Pero le va a salir muy caro. María
no se llama María, Carlos es, definitivamente, un maltratador
y parece que ninguna de las personas que están a
su alrededor, incluido su marido, son quienes parecen ser.