Un diccionario clásico no deja de ser una cárcel. O un cementerio. Palabras que vivieron ahora reposan hieráticas. Han sido cazadas, penetradas por el alfiler y fosilizadas, por esas empresas de pompas fúnebres que son las Academias. La imaginación lingüística ha de verse sometida a los barrotes que le impone el uso y la convención. Pero el hablante goza cada vez que abandona el grillete de la norma. Este Vocaburlario es un ejercicio de sana libertad. La sonrisa o la carcajada acechan al lector que vaya merodeando por sus jardines de juegos léxicos. ?El gran prestidigitador gramatical José Luis Blasco es capaz de cortar, barajar y recolocar para ganarnos de farol, y con una sonrisa, la partida del significado [?] Aquí se producen felices hallazgos como, por ejemplo, perroviario (?el chucho de un empleado de Renfe?) o con espermatozudo? (?el gameto masculino obstinado en la fecundación del óvulo.?). Prepárate por tanto para disfrutar, reír y, ¿por qué no?, a aprovechar las ocurrencias de Blasco para retar a tu propio ingenio, y al de tus acompañantes.? Guillermo Fesser (Integrante de Gomaespuma)