En los últimos años, la Iglesia vive un repunte
de la oración de adoración. Seguramente por
la necesidad de silencio, de interiorización, de
encuentro con el Misterio de Dios. Pero se ha
reducido la riqueza sinfónica de la adoración
a una única melodía.
Un libro que nos muestra la adoración más
como una actitud existencial con un carácter
fuertemente comunitario, que como una
mera devoción personal. Toda una invitación
a descubrir la presencia de Dios en todas las
cosas.