En la poesía y el pensamiento de Khalil Gibran se mezclan dos mundos, el occidental y el oriental, en lo que tienen de más sencillo y más místico.
El subjetivismo de sus ideas trata de impulsar al hombre hacia la divinidad; su rebelión se basa en la paz interior que el hombre necesita para seguir siendo, para vivir de forma auténtica. El mundo, con sus obstáculos y sus miserias, no es para Gibran otra cosa que el camino hacia la purificación personal. El ansia de fraternidad, de generosidad, de acercamiento entre los hombres es la vara mágica que hará habitable nuestro mundo, cruel e insolidario, material y desdeñoso de los valores auténticamente humanos.
Esa es la idea que subyace en la obra de un Gibran que mezcló, en su pensamiento, lo mejor de la cultura occidental y de la oriental.
Cuando el amor os llegue, seguidlo. Aunque sus senderos sean árduos y penosos. Y cuando os envuelva bajo sus alas, entregaos a él. Aunque la espada escondida entre sus plumas os hiera. Y cuando os hable creed en él. Aunque su voz sacuda vuestros sueños como hace el viento del norte, que arrasa los jardines. Porque igual que el amor os regala, así os crucifica.