El relato evangélico de la Presentación
de Jesús en el templo contiene unas
misteriosas palabras del anciano Simeón
a María sobre la espada que atravesará
su alma, según se traduce habitualmente la singular profecía -calificada
de oscura y sombría- que ha convertido a la madre de Cristo en la Virgen
dolorosa cuya presencia al pie de la cruz daría la razón a Simeón. Sin
embargo, esta interpretación, por piadosa y profunda que parezca, no
encuadra en el contexto luminoso de un pasaje que nada tiene de sombrío,
ya que desborda de gozo, en plena armonía con la gloria que trae Jesús.
Alfonso Simón, con el aval de un testimonio arameo del siglo II, que era fácil
de adivinar tras un texto griego lleno de extrañezas, pone de relieve que la
profecía de Simeón no tiene nada de sombría y encuadra muy bien en ese
contexto luminoso, como ya mostró san Efrén el sirio, en el siglo IV,
comentando así el oráculo del anciano: La espada, que cerraba el paso al
paraíso a causa de Eva, ha sido apartada por María.