En esta obra se nos presenta un relato innovador de los orígenes, el desarrollo y la importancia permanente de la doctrina cristiana, que explica por qué sigue siendo esencial para la vida de las comunidades.
Observando importantes paralelismos entre el desarrollo de las teorías científicas y la doctrina cristiana, McGrath examina la creciente visión del cristianismo primitivo como un «laboratorio teológico», en el que las formulaciones doctrinales aparecen como propuestas sometidas a prueba en todo el mundo cristiano, más que como relatos estáticos de ortodoxia.
Nuestro autor utiliza el concepto de «cartografía» para presentar la doctrina como medio de coordinar los múltiples aspectos de fenómenos complejos. Asimismo, emplea los «tres mundos» de K. Popper, para que los aspectos teóricos, objetivos y subjetivos de la doctrina se muestren esenciales e interconectados.
Así, la doctrina ofrece una revelación ontológica sobre la naturaleza de la realidad, proporciona un marco de coordinación de sus diversos aspectos y salvaguarda y articula la visión central de la realidad que es esencial para el buen funcionamiento y el futuro de las comunidades cristianas.