Restaurado el diaconado por el Vaticano II como «grado
propio y permanente de la jerarquía eclesiástica» (Lumen
gentium, 29), ha habido, por un lado, un crecimiento
continuo de los ordenados; por otro, sin embargo, hay una
debilidad en la estructura teórica que sostiene el ministerio
diaconal, configurado en su perfil más por la práctica
eclesial que por una comprensión teológica y sacramental
que lo sustente y nutra. A partir de esta consideración, el
autor analiza primero lo que el Nuevo Testamento y los
Padres de la Iglesia dicen sobre este ministerio, luego ofrece
una adecuada interpretación teológica del diaconado y,
finalmente, formula propuestas pastorales originales e
interesantes para el futuro de este ministerio.