Una crisis es un atasco, algo que frena el desarrollo. Si algo impide el
desarrollo, provoca una crisis. La injusticia, la ignorancia, la mentira, la
codicia, el resentimiento, la conspiración y los abusos impiden el desarrollo.
Esas son las auténticas y profundas causas de la crisis y de la decadencia.
Todo lo que va contra la persona provoca crisis, daños y subdesarrollo. Las
radicales ideologías antipersona han arruinado la cultura occidental y han
destrozado la vida a millones de seres humanos, porque toda radicalización
empobrece y degrada. La Postmodernidad no es ni más ni menos que la
crisis y la decadencia de las modernas ideologías. Es el vacío que deja la
tremenda superficialidad en asuntos filosóficos y morales inherente al
tinglado moderno, positivista y agnóstico. Es en la radicalización que ocultan
las devastadoras ideas de la Modernidad (racionalista, antropocéntrica y
positivista) donde se forja la raíz misma de la decadencia, la relativista
dimisión de la razón, la miseria moral y la crisis en la que estamos
atascados. Y la Postmodernidad, que no ha hecho sino prorrogar los errores
de la Modernidad, se encoge de hombros, sin respuestas ni soluciones. Aún
así, con el constante cultivo de las humanidades, el buen criterio de los más
sensatos no ha dejado de trabajar para remontar el atasco. Con la ética del
respeto y la dignidad, la lógica del don y del servicio; frente al inmanentismo,
para el que la única realidad es la subjetividad. Para superar el tinglado
moderno y el interminable túnel postmoderno, va a ser preciso ir a
contrapelo. Si no es remando contracorriente y salvando los escollos del
"modernismo", no habrá ni renovación ni progreso.