En el mundo de pandemia por COVID-19, la muerte física se ha esposado con
la vida digital.
Miles de muertos en Facebook, códigos QR en las lápidas para escanear y algo
así como decir: Lázaro, sal fuera. Selfis en los funerales, legado y testamento digitales,
empresas fúnebres que gestionan el post-mortem virtual, posibilidad de
transformar los restos en compost para las plantas (humusation) para devolverlos
a los familiares un año después del fallecimiento. Reconstrucción de androides
a partir del rastro digital o la posibilidad de reencuentro con el fallecido en una
experiencia de realidad virtual, cementerios digitales, tanatorios digitales, cuentas
in memoriam...
Muerte, duelo y mundo digital, juntos durante la pandemia. La realidad de la
muerte no puede ignorar el papel de estos elementos esenciales de la cibercultura
en la experiencia con cuanto rodea a la muerte. La historia recordará que la
pandemia provocó un cataclismo en el modo de vivir el acompañamiento al final
de la vida y el duelo y que solo lo digital, siendo virtual, pudo ser real.