En particular, en este periodo se recoge la segunda parte de la catequesis dedicada a la familia, destacando desde la reflexiones sobre las tres dimensiones que articulan la vida cotidiana familiar: oración, fiesta y trabajo, hasta la dimensión evangelizadora de las familias, dentro y fuera de sí mismas, el modo en que viven la responsabilidad de comunicar y transmitir la fe, los lazos de la familia con la comunidad cristiana, unos lazos naturales "porque la Iglesia es una familia espiritual y la familia es una pequeña Iglesia (cfr. Lumen gentium, 9)". Destaca el alcance universal de la familia como comunidad humana fundamental e insustituible. Aborda, además, en el marco del Sínodo de los Obispos, llamado a interpretar en nuestros días como la Iglesia cuida y se ocupa de la familia, los aspectos de la relación entre Iglesia y familia, como el espíritu familiar, las promesas que hacemos a los niños, la fidelidad en el amor, y la familia como puerta de acogida, entre otros aspectos.