Decimos que creemos en Dios, pero ¿en qué Dios creemos? En un Dios que es Trinidad, una paradoja imposible que recitamos en el Credo. Paradoja que, sin embargo, encierra la verdad central de la experiencia cristiana: Dios no es un dios distante de la humanidad, que habla en primera persona del singular, sino que se acerca al universo en el que vivimos deseoso de amarnos y de pasear con nosotros por este bello y terrible mundo. Es un Dios cercano, que nos congrega en una mesa de alegría y amor, en la que comparte su Vida, con mayúscula, una vida que solo entiende del «nosotros» como forma de vida. Dios, modelo y espejo para la humanidad, es pura relación, pura comunidad. Este libro explica esta esencia amorosa de Dios acudiendo a nuestra Tradición y a la teología de las últimas décadas.