El Padre Benedicto narra sus vivencias en la misión de Malanje y la lenta caminata que realizó con los presos y carceleros en la prisión militar, en medio de aquella guerra civil que estaba sacudiendo Angola, donde el odio y la venganza estaban envenenando los corazones de los militares.
Descubrimos la sólida amistad que mantenía con los militares, acompañándoles en las diversas circunstancias de su vida: dialogando en los caminos y en los controles militares, en las constantes visitas que solían hacerle en la misión, conversando en las puertas de armas de los comandos y, de un modo especial, mientras se encontraban presos, es por esto que los diálogos mantenidos con los reclusos contribuían a fortalecer su amistad, compartiendo con ellos sus mismos sufrimientos.
Después de superar las primeras dificultades que encontró en la puerta de armas de la prisión militar, inesperadamente, sucedió que comenzó a ser recibido como un amigo; el deseo de los presos y de los carceleros era poder hablar con el misionero y escuchar la Palabra de Dios.
Su vivencia con los presos fue tan profunda que declara lo siguiente: Sin saber cómo aconteció, las rejas del calabozo se habían convertido en un fervoroso locutorio monástico; a través de aquellos intensos diálogos dominicales, separados por las rejas de hierro, aliviabais las amarguras de vuestras almas.