En el Antiguo Régimen, las instituciones eclesiásticas, la nobleza y los
ayuntamientos disponían de bienes que no podían enajenar, llamados
por ese motivo bienes de manos muertas. La desamortización, realizada
durante la primera mitad del siglo XIX, convirtió esas propiedades en
bienes nacionales, y las vendió en pública subasta al mejor postor. La
desamortización fue muy polémica en su tiempo. Hoy en día, dejando
hablar a los documentos, podemos conocer los hechos al margen de
apreciaciones personales. Hay unanimidad en criticar el modo en que se
llevó a cabo. Y las consecuencias, en general, fueron negativas: al
vender al mejor postor, se benefició a los compradores fuertes, no a los
campesinos, y se perdió la ocasión para una reforma social. Hizo más
ricos a los ricos, y más pobres a los pobres. Este libro analiza los
numerosos aspectos de este episodio de nuestra Historia.